¡Sin justicia, no hay paz! – CIDSE

¡Sin justicia, no hay paz!

Cuestionándonos sobre la guerra, la paz, la justicia y la solidaridad mientras nos preparamos para la Pascua 

Por Josianne Gauthier, Secretaria General de CIDSE


"¡Sin justicia, no hay paz!". Este poderoso cántico suele acompañar a las movilizaciones contra el racismo, en las que multitudes de apasionados activistas vinculan las cuestiones relacionadas con la justicia y dignidad de cada persona a la paz. La mayoría estaría de acuerdo en que no puede haber paz sin verdad, sin justicia, sin el respeto de los derechos básicos de cada persona. 

Ha pasado más de un mes desde que Rusia invadió Ucrania y la guerra en europa volvió a ser una realidad. Algunos de sus efectos son inmediatos; otros repercutirán mucho después de que los combates hayan cesado, mucho después de que se hayan alcanzado acuerdos para poner fin al derramamiento de sangre, algo que esperamos y rezamos que ocurra más pronto que tarde.   

Pero incluso antes de que estallara este conflicto, ¿vivíamos realmente en paz? Podría decirse que solo algunos podían hacerlo. Otros, luchaban para que se respetaran sus derechos básicos. No tenían acceso a suficientes recursos, energía, comodidad, seguridad, salud y oportunidades para prosperar. Incluso cuando este conflicto termine, seguiremos traspasando los límites de nuestro planeta. ¿Volveremos entonces, realmente, a un "tiempo de paz"?  

Nos hemos acostumbrado a un sistema en el que la comodidad y la seguridad de algunos viene acompañada de la inseguridad, el sufrimiento, la explotación y la injusticia infligida a otros.  

De forma preocupante, la guerra nos acostumbra a la violencia. Al sentirnos impotentes ante el sufrimiento, empezamos a pensar que tal vez más violencia podría ponerle fin. Ante el horror, estamos viendo cómo muchos líderes y personas bienintencionadas se ven arrastrados a un discurso que normaliza la guerra y la violencia.   

Pero también tenemos que pensar en lo que viene después de la guerra, en lo que realmente significa la paz para todos. A lo largo del último mes hemos centrado nuestra atención en un rincón del mundo, mientras otros conflictos siguen su curso, mientras la injusticia y la violencia siguen su curso en demasiadas regiones, mientras la crisis climática se acerca a nosotros. Luchamos para que todas estas realidades diferentes encuentren su lugar en nuestras mentes, en nuestros corazones, en nuestras políticas. Pero no se trata de cuestiones sin relación. Todas ellas provienen de las mismas raíces de injusticia, y debemos esforzarnos más por responder a esta llamada a la justicia y la solidaridad en el mundo de forma coherente e integrada. 

¿Es tan imposible la paz?   La verdadera paz, enraizada en la justicia, será inalcanzable hasta que seamos capaces de lograr una coexistencia pacífica con el planeta y compartir sus riquezas de forma justa. Para lograr la paz, tenemos que salir del ciclo de competencia, conflicto, violencia y agresión. En última instancia, la guerra no es más que otra expresión de nuestra tendencia a tomar en lugar de alimentar, a oprimir y dominar en lugar de compartir y cooperar.  

Sabemos que somos capaces de más. Como siempre en la historia de la humanidad, en los momentos de gran oscuridad, también hemos visto grandes saltos de solidaridad y bellezay fuerza. En pocas semanas, hemos visto a Europa abrir sus fronteras y acoger a los ucranianos que huyen de la guerra. Hemos visto cómo se han eliminado los trámites burocráticos y las cargas administrativas para hacerlo posible. Hemos visto a la gente abrir sus casas a los extraños, compartir lo que tienen, enviar ayuda e incluso colaborar en la respuesta humanitaria. Hemos visto a una comunidad mundial, en su mayor parte, solidarizarse con Ucrania y oponerse a la invasión y al comportamiento de los dirigentes rusos. También nos ha conmovido el valor y la dignidad de la población ucraniana.   

¿Puede la solidaridad que hemos visto hacia los ucranianos ayudarnos a abrir nuestros corazones para comprender que todos merecen esa solidaridad? Todos somos vulnerables a las fuerzas que impulsan esta crisis y las siguientes: debemos ser humildes y permitirnos actuar en solidaridad con todos los que huyen de la penuria y el sufrimiento. Espero que toda esta bondad que vemos, toda esta solidaridad y apertura puedan abrir nuestros ojos a todas las injusticias que nos rodean, a la violencia subyacente que estamos ejerciendo sobre el planeta y sobre los demás. Como todavía estamos aprendiendo a través de la pandemia, ninguno de nosotros está a salvo hasta que todos estemos a salvo. La justicia no puede existir en un solo lugar y no puede haber paz sin justicia, como nos han dicho los que marchan contra el racismo y la discriminación. Necesitamos el valor de luchar radicalmente por la paz para todos, no sólo para algunos.     

La Pascua es la luz después de un período de oscuridad y privación: la reflexión. Tal vez podamos esperar salir de este período oscuro, más conscientes y atentos a lo que verdaderamente importa, e inspirarnos en un amor colectivo y compartido por la vida y su fragilidad. Tal vez se nos abra otro camino a través de esta terrible crisis, uno de solidaridad, justicia y paz. ¿Tendremos el valor de tomarlo y la humildad de seguir caminando juntos por esta senda?  

Josianne Gauthier, Secretaria General de CIDSE

Foto de portada de Michael Mücke de Pexels

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