Hace dos meses, los manifestantes tomaron las calles en Colombia contra la nueva reforma tributaria del gobierno. Las protestas, en su mayoría pacíficas, provocaron una respuesta violenta de las fuerzas gubernamentales. Las mujeres y hombres colombianos, muchos de ellos jóvenes, que tomaron las calles enfrentaron brutalidad policial, denuncias de desaparición forzada, tortura por violencia sexual y decenas de muertes. Tras las protestas, se retiró el proyecto de reforma fiscal y dos ministros del gobierno dimitieron.
Desde entonces, los colombianos han seguido protestando para resaltar los muchos problemas sistémicos que afectan al país: un aumento significativo en la desigualdad y niveles de pobreza desenfrenada: 21 millones de personas viven en la pobreza financiera y 7 millones en la pobreza extrema. A esto se suma la falta de acceso a los servicios básicos, como la atención médica y la educación.
En la declaración "Un llamado al diálogo, la paz y la reconciliación nacional en el contexto de la crítica situación de malestar social en Colombia ” Los obispos se unen al Iglesia colombiana y al pueblo colombiano para instar a que “se escuchen las demandas de los ciudadanos y se encuentren compromisos que contribuyan a la reconciliación y la paz”.
Este llamado de los líderes católicos es la última incorporación a las voces de la Iglesia que se pronuncian contra la violencia en Colombia. Papa Francisco el domingo de Pentecostés oré que “A través de un diálogo serio, se pueden encontrar soluciones justas a los muchos problemas que se les infligen, especialmente para aquellos que sufren la pobreza debido a la pandemia”.
La Declaración está actualmente abierta para recopilar más firmas de líderes religiosos hasta septiembre de 2021.
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